Reencuentro

Ella siempre ella, tan olvidada por mi memoria y tan presente en el sol y la lluvia. Disfruta vistiendo de una casaca negra, la cual la protege de todo y de todos. Nunca se queja, nunca reclama, ni pide. Es inocente a pesar de haber sido ya tocada. Tiene un oscuro bosque que viste debajo de su cintura fina. Con un cuello largo y esbelto que se deja dominar, pero que también me domina con su sutil vibrar. Tiene más de una oreja, y si bien no escucha, canta lindo. Con más de 10 años de edad. Sus gustos son acústicos y electrónicos. 

Se ríe cuando con una uña le rozo su tierno y definido vientre. Sus seis dimensiones simétricamente perfectas, las mantiene templadas sin ejercicio. Es propio de ella, tan natural. La he cargado varias veces en mis brazos y no pesa, es ligera como un coco vacío, cuando acerco mi nariz ella huele a noche aunque sea mediodía. 

Cuando no está con su abrigo usa una correa, no es de cuero, es de una tela delgada. Le encanta pasarla por mi nuca y así los dos jugar a destiempo. Improvisando o siguiendo algunas líneas escritas en un trozo de papel arrugado y estirado con formas de lápiz.

Extraño nuestra dualidad, por muchos años decidí no volverla a buscar, cada vez que veía reflejada mi mirada en su cuerpo despertaba una nostalgia indescriptible, pero haciendo el intento narrativo, era como volcar mis vacíos y sueños dentro del baúl de los recuerdos, con polilla, naftalina, olvido, moho y cerilla derramada. Lienzos mentales de nosotros en intimidad y sociedad, expuestos a aplausos, a un complemento, una fusión y una única voz en en lengua del mundo. Transocéanica.

Es de madera, madera barata y para mí bonita. A dos días del comienzo, me será ajena, aunque nadando juntos en el océano nos hallaremos. Anhelo de corazón que esta vez no sea por un corto tiempo. Mi guitarra y voz de nuevo.

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